domingo, 1 de febrero de 2015

JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, “AZORÍN”


En su producción literaria destacan la novela y, sobre todo el ensayo. Su primera novela, La voluntad, cuyo protagonista representa al autor, trata el conflicto entre las ilusiones juveniles y la imposibilidad de cumplirlas, lo que provoca un sentimiento de angustia y falta de voluntad.

En sus ensayos (La ruta de don Quijote…) adquieren importancia la visión lírica del paisaje y la evocación del pasado. Son temas recurrentes: la valoración de las cosas sencillas, la visión crítica de la historia y las tierras de España,  y el tiempo. Su estilo se caracteriza por la claridad y por la riqueza y precisión del vocabulario.
"No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; mansos alcores y terreros, desde donde se divisa un caminito que va en zigzag hasta un riachuelo.
 Las auras marinas no llegan hasta esos poblados pardos de casuchas deleznables, que tienen un bosquecillo de chopos junto al ejido. Desde la ventana de este sobrado, en lo alto de la casa, no se ve la extensión azul y vagarosa; se columbra allá en una colina con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el cielo límpido. A esta olmeda que se abre a la salida de la vieja ciudad no llega el rumor rítmico y ronco del oleaje; llega en el silencio de la mañana, en la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo, de un gallo, el golpear sobre el yunque de una herrería.
 Estos labriegos secos, de faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales. Estas viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por los que salen en las barcas; van por las callejas pinas y tortuosas a las novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores."
Castilla (fragmento)
La íntima realidad espiritual de Castilla, buscada en los menudos detalles del paisaje y de las gentes, se manifiesta en una descripción que nos presenta un paisaje agreste y estéril, pero que no por ello deja de ser hermoso. El escritor hace un reconocimiento de cada uno de los elementos integrantes del panorama de la meseta castellana; selecciona los más destacados y con ellos compone un cuadro que de significado al conjunto. La necesidad de un vocabulario amplio, rico, preciso y sugerente, es ineludible. La extraordinaria subjetividad de Azorín está basada, aquí, en la más completa objetividad que el autor recrea con una delicada emoción.
 
 

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